¿Te han dicho que estás loca por ser maestra de nivel intermedio? Bueno, quizás no así, pero probablemente has escuchado algo como «Uf, te admiro», «No sé cómo lo haces» o «Yo no podría hacer eso», palabras que en realidad vienen siendo código para «Estás loca».

Lo cierto es que ser una maestra de secundaria, y en particular de nivel intermedio, no es nada fácil. He ocupado la mayor parte de mi experiencia docente en este nivel, con estudiantes de entre 10-14 años de edad. En ese tiempo, he aprendido que los pre y adolescentes de nivel intermedio pueden cubrir un amplio rango de personalidades:

      • los súper niños, que aún quieren abrazarte y darte besos
      • los que no dicen nada, pero secretamente te quieren
      • los que estás más que segura que no te soportan
      • los que presumen de todo lo que saben
      • los que se hacen que nada les importa
      • los que tienen muchas experiencias
      • los que son maduros para su edad
      • los que tienen pocas experiencias
      • los que desearían ser invisibles
      • los mentirosos compulsivos
      • los que les encanta retarte
      • los que se creen grandes
      • los demasiado honestos
      • los que todo les aburre
      • los híper activos
      • los habladores
      • los sarcásticos
      • los graciositos
      • los engreídos 
      • los miedosos
      • los precoces
      • los tímidos
      • los crueles
      • los cultos
      • los serios
      • y mucho, mucho más.

Puedes tener seguridad de que, cuando ideaba esta lista de cualidades, estaba pensando en alguno de mis estudiantes para cada una… Y esto no es algo de este año, ni del año pasado, ni del anterior. Puedo tener esa amalgama de personalidades todos los años.

A veces pueden hacernos sentir como un fracaso...

Cada año es una sorpresa, pero a la misma vez, no lo es. Por alguna razón, creo que es una etapa fascinante para enseñar y me encanta tener a mi cargo parte del modelaje de estas mentes no exactamente niños, no exactamente «grandes»… Son mis personas favoritas.
 
Sin embargo, para un educador que siente presión de tantas y tantas direcciones, algunas actitudes de los estudiantes de nivel secundario a veces pueden hacernos sentir como un fracaso. 
 
Cuando no se emocionan por esa actividad que preparamos con amor, cuando nos viran los ojos ante un llamado de atención que hacemos por su bien, cuando nos señalan un defecto que nos avergüenza frente a los demás, cuando hacen una pregunta que no sabemos contestar…
 
Si eres como yo, que me importa más la opinión de mis estudiantes que la de la mayoría de los adultos, puede ser difícil enfrentarte a dichas actitudes. En ocasiones pierdo noches pensando en por qué Fulano no se ríe de mis chistes, por qué Fulana dijo tal cosa… 
 
Pero cada año voy progresando un poco en la habilidad de no tomar las cosas personalmente, y evitar que me hagan sentir poco capaz. ¿Qué tipo de mentalidad me ha ayudado? Recordar 3 detalles importantes:

Tres recordatorios importantes

1. Yo soy la adulta, no ellos

A veces se me olvida que les triplico la edad a mis estudiantes. Lo que para mí es obviamente una falta de respeto, para ellos puede ser una duda genuina, o un chiste inocente. Es importante hacerles notar en privado, nunca ridiculizándolos en público, lo que hicieron mal, y por qué.

2. El problema probablemente no sea conmigo

Si algún estudiante me sale con alguna «malacrianza», como decimos en Puerto Rico, actúa de forma extraña en clase, me mira mal o se niega a hacer algo, es fácil pensar que puede ser por mi culpa.

Tengo que recordar que están en una edad difícil. Hay muchas cosas que les preocupan: la casa, los amigos, otras clases… En adición, es cada vez más común que algunos luchen contra discapacidades que no les permiten manejar adecuadamente sus emociones siempre que lo desean.

3. A veces sí saben más que yo

Cuando esto pasa, puede ser un golpe duro al ego. Aún con estudios graduados y experiencias de vida, tengo estudiantes que saben más que yo sobre muchos asuntos. Muchos han viajado más que yo, han leído más sobre cierto asunto, o tienen gente cercana que los ha educado sobre una u otra cosa que yo no tengo ni idea. 

La clave está en no hacerme la que sé de lo que me hablan siempre. Puedo decir que anotaré el tema para investigarlo después. Puedo pedirle que me explique más. Puedo indicar que no soy experta en cierto asunto. No hay nada de malo en reconocer nuestras limitaciones; no podemos ser expertos en todo.

Cuando hay que hacer algo...

Sin embargo, hay que poner límites. El reconocer estos tres puntos no representa una excusa para dejar todo pasar. A veces nuestros alumnos de nivel intermedio sí necesitan que se les detenga en seco.
 
Este año me pasó con un estudiante. Tuve que llamarle la atención fuertemente durante la clase por un comentario que hizo sobre otro, al grado que se avergonzó. Sin embargo, yo también me sentía culpable por la forma en que lo hice, a pesar de que lo hice para defender la dignidad de alguien más.
 
Esa misma tarde, le escribí al estudiante para explicarle por qué lo regañé de dicha forma. Le reiteré mi cariño y le expliqué las implicaciones de lo que hizo. Se disculpó humildemente y creo que aprendió la lección. Si yo no hubiera tomado la iniciativa, este estudiante se hubiera quedado con la idea de que lo avergoncé frente a sus compañeros, y esa distancia representaría un reto constante en nuestras interacciones futuras.
 
Ciertamente, educar en escuela intermedia no es fácil, pero es hermoso. Ser testigo de su crecimiento y madurez es una gran alegría, aunque parezca que se olviden de uno cuando pasan a escuela superior con sus maestros más «cool». Pero no, no se olvidan. Siempre recuerdan a su maestra «loca», esa que no tenía miedo de cantarles, hacerles actividades «de niños» y que los ponía a colorear para engancharlos con la clase.
 
Tal vez lo nieguen, pero ellos recuerdan con cariño a sus maestros de intermedia. Eres pieza esencial de una de las etapas más importantes en el desarrollo de tus estudiantes. Así que, no lo tomes personal y sigue haciendo cosas «locas» y amándolos «con locura».